Aprendizaje en cuarentena.
Dentro del extenso y heterogéneo campo de la educación en nuestro país, la suspensión de la actividad presencial se abordó de diferentes maneras y con variadas estrategias. Un ejemplo de ello es el de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), que optó por la continuidad del proceso de enseñanza-aprendizaje a través de herramientas y métodos digitales, contando previamente con un aula virtual (plataforma moodle) y capacitando a docentes y estudiantes sobre su uso.
La coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Educación, licenciada en Ciencias de la Educación, Dra. en Ciencias Sociales y docente del Instituto de Humanas de la UNVM Silvia Paredes, se refirió al momento actual que se encuentra atravesando la enseñanza en todos sus niveles, debido a la pandemia de COVID-19, y a los nuevos desafíos que se encuentran por delante.
¿Cuál es la perspectiva desde las Ciencias de la Educación de la modalidad virtual de la educación superior debido a la emergencia sanitaria?
La situación actual, absolutamente impensada meses atrás, ha conmovido a la sociedad en su conjunto y a escala planetaria, y entre tantas instituciones y prácticas sociales, ha impactado en el sistema educativo y las prácticas docentes. Cuando digo sistema educativo incluyo todos los niveles y modalidades, desde el Jardín maternal hasta el posgrado universitario. Nuestros sistemas educativos se han construido históricamente “haciendo pie” entre otros elementos, en la presencialidad, más allá de las experiencias –muchas muy valiosas- que se venían desarrollando en la educación a distancia, sobre todo en los estudios de posgrado, de postítulos docentes y en algunos casos en el grado universitario.
Hoy, en el contexto de la pandemia con la suspensión de la presencialidad, hemos echado mano a recursos diversos que nos permiten dar continuidad a las actividades de formación; y progresivamente nos vamos apropiando de diversas tecnologías, vamos mejorando nuestras competencias en la producción de recursos educativos, pero, recordemos, en el marco de la emergencia, como una situación excepcional y transitoria y con un trasfondo de mucha preocupación y angustia.
Esta situación actual nos ha mostrado muchas cosas, muchas ya la sabíamos, pero las ha puesto al desnudo y otras han venido a discutir algún sentido común que circula(ba) sobre la escuela. De esas muchas cosas voy a señalar algunas que exigen que las sigamos pensando y problematizando desde el campo pedagógico y en el campo de las políticas públicas.
Una es la incidencia en las desigualdades sociales en el acceso a la educación y al capital cultural; esta situación de pandemia profundiza esas desigualdades y debe seguir siendo el centro de la preocupación y la acción de la política pública.
La segunda es la idea –bastante generalizada- acerca de la rigidez de la escuela, la resistencia al cambio, la lentitud de las políticas educativas para dar respuesta a las diferentes contingencias y de las dificultades de los docentes para adaptarse a nuevas situaciones; la experiencia de estos meses, la rápida adaptación a nuevas condiciones pone -al menos- en discusión esas aseveraciones.
La tercera es que el estudiar en casa dejó en evidencia –y muchas veces mostrado con humor de padres desesperados por no saber cómo “enseñar” a sus hijos- que la escuela existe, funciona y requiere de profesionales de la enseñanza que –como tales- se han formado para esa tarea que tiene particularidades y requerimientos propios y específicos; ojalá esto contribuya a la valoración social del trabajo docente y a la mejora de las condiciones de trabajo y, en la Universidad, a la jerarquización de la función de enseñanza en relación a las otras funciones como investigación y extensión.
Y la última es que nos puso en evidencia la potencialidad que conserva la escuela en términos de su función social; lo pienso como el espacio privilegiado para el encuentro con otros, que permite la circulación de prácticas culturales diversas y que produce un “efecto” escolar en la estructuración de la vida social y familiar. Si en algún momento se puso en dudas si la escuela tenía potencialidad para regular algunos aspectos de la vida social, la “ausencia” de escuela puso en evidencia su enorme capacidad de estructurar la vida social (yo creo efectivamente que hay ausencia de escuela tal como definimos más allá de la continuidad pedagógica y del enorme trabajo que estamos haciendo maestras, maestros, profesores y profesoras)
¿Qué tipo de herramientas se utilizan para poder llevar a cabo la educación virtual?
No es solo virtual las tecnologías que se utilizan hoy para sostener la continuidad pedagógica, a lo largo del sistema escolar y a lo largo de los heterogéneos territorios se ha apelado a diversas tecnologías: el cuadernillo creado por el docente con copias, pegatinas, escrituras propias; los materiales impresos del Ministerio de Nación; los contenidos educativos de radio y televisión, la comunicación por email o whatsapp, las plataformas etc,
En la educación superior teníamos ya recursos previos que estábamos utilizando como apoyo a la presencialidad; en la Universidad hace mucho tiempo que disponemos de aulas virtuales con plataforma Moodle y en los institutos superiores disponemos también desde hace mucho tiempo de aulas virtuales a través de la plataforma que provee el Instituto Nacional de Formación Docente. Por esto teníamos y tenemos más recursos disponibles que empezamos a utilizar y aprender cada vez más a aprovechar sus potencialidades.
¿Qué tipos de contenidos y formas de pedagogías se ponen en juego en esta instancia?
Es necesario señalar que la experiencia que estamos llevando adelante no es educación a distancia, porque las propuestas de educación a distancia tienen condiciones de producción y lógicas organizativas e institucionales diferentes. Hoy estamos en una situación de emergencia y estamos aprovechando todas las tecnologías disponibles para la continuidad de los procesos de formación; sin duda la enseñanza en entornos virtuales es muy valiosa y las experiencias y el conocimiento que nos provee la investigación pedagógica sobre el papel y el impacto de las mediatizaciones tecnológicas en los procesos de enseñanza realiza un aporte fundamental en este contexto.
¿Cómo ha sido el traspaso de la presencialidad a la virtualidad desde las estrategias de la enseñanza docente?
No conocemos en detalle aún, se están iniciando indagaciones, investigaciones que nos permitirá conocer con más certeza como se han dado estos procesos; las carreras del área de educación del Instituto de Ciencias Humanas estamos iniciando algunos procesos de investigación en ese sentido. Lo que podemos suponer -a partir de lo que conocemos- es que ha sido muy heterogénea la experiencia y los recursos y eso se vincula con diferentes cuestiones: por un lado, la naturaleza del conocimiento a trabajar y las destrezas y habilidades que sean responsabilidad de ese espacio curricular desarrollar; por otro lado,según la experiencia del docente en la utilización de otros recursos y tecnológicas.
También es necesario mirar las prácticas de estudio y los procesos de aprendizaje de los estudiantes; allí también deben producirse (y se deben estar produciendo) cambios significativos que tendremos que conocer, incluso como un insumo fundamental para repensar las propuestas docentes. Algunos colegas del Instituto de Ciencias Humanas están planteando estudios en este sentido.
Tendremos también que hacernos preguntas más específicas en relación a las experiencias en los diferentes niveles del sistema escolar, por ejemplo ¿Cómo trabajar con entornos virtuales, que utilizan la palabra escrita como vehículo fundamental,con niños pequeños? Piensen en el Nivel Inicial, piensen en la escuela primaria; allí aparecen otros actores como la familia que desarrolla un papel clave.
Me parece que la Universidad en su conjunto y el campo de las ciencias sociales y humanas especialmente tenemos un desafío importante que es construir nuevas preguntas que nos permitan construir nuevas conceptualizaciones para explicar, comprender e intervenir más adecuadamente en estas condiciones actuales tan cambiantes. Desde el campo pedagógico necesitamos generar una escucha muy atenta de estas experiencias, escuché que lo llamaban algo así como un “saber pedagógico de emergencia”, escuché también nombrarlo como “coronavirus teaching” enseñanza en contextos de coronavirus; creo que hay importantes desafíos por delante para la producción académica.
Sin dejar de lado que la modalidad presencial es lo ideal, ¿Se pueden encontrar ventajas (o aspectos positivos) en el método virtual de la enseñanza-aprendizaje? ¿Y cuáles son las principales desventajas?
Me parece que no sería pertinente hablar de que una modalidad es ideal – ni lo presencial ni la virtualidad- ya que deberíamos decir ideal respecto a qué propósitos. Creo que hay muchos recursos que podemos aprender de las experiencias que estamos llevando adelante y que pueden instalarse porque consideremos que son valiosas para el desarrollo de determinados contenidos o porque amplíen la posibilidad de estudiantes que no pueden asistir en la presencialidad, o por muchas razones pero no son ideales en sí misma.
Ahora creo también, y en esto hay muchos que piensan diferente, que no todo se puede enseñar en la virtualidad, aun en la educación superior. Hay algunas experiencias de formación que exigen la co- presencia, que requieren transitar un territorio, que se impone manipular determinados materiales o herramientas, que la discusión con otro es indispensable en el proceso de aprender. Me parece que podemos enseñar y aprender mucho y muy bien en propuesta mediadas por tecnologías, aun en situaciones de emergencia, pero también creo que algunas experiencias de formación deberán quedar a la espera de que retomemos actividades presenciales.
¿Se puede pensar en un método híbrido para cuando vuelva la presencialidad, rescatando aspectos positivos de la virtualidad?
Me parece que sí, que en la educación superior sería muy interesante; justamente porque podríamos priorizar los espacios y momentos de encuentros para el desarrollo de aquellos saberes que requieren más imperiosamente esta modalidad y mantener en otros entornos virtuales el desarrollo de aquellos saberes que son posibles de ser trabajados de esta manera. Esto exige una mirada muy detenida de cada espacio curricular, decisiones pedagógicas en la organización de las propuestas de programas de los docentes produciendo modificaciones o reorganizaciones y decisiones institucionales y administrativas que validen estas maneras de trabajar.
¿Consideras que las consecuencias de la pandemia cambiarán de forma definitiva la educación superior?
No lo sé, si hay algo que no me animo es hacer suposiciones sobre el futuro. Si teníamos ya en este principio de siglo la sensación de la incertidumbre como característica de época, en este momento no tenemos palabra que nombre esta falta de capacidad de pensar más que en los próximos días.
Ojalá seamos capaces de aprender de esta situación, ojalá nos apropiemos de nuevas herramientas que mejoren nuestras prácticas y que amplíen las posibilidades de formarse a los estudiantes. Pero no creo que sea la pandemia la que produzca cambios sino las posiciones que tomemos frente a esta situación; creo que tenemos que fortalecernos para que el escenario pos pandemia no sea de solo una sensación de pérdida sino de una nueva oportunidad de crecer. Pero sin ingenuidades, a sabiendas de la angustia y la complejidad de la vida de muchos, a sabiendas de que los efectos –no solo sanitarios sino sociales, económicos culturales subjetivos- van a ser diversos y van a estar presentes por mucho tiempo.
Más allá del proceso de enseñanza-aprendizaje, se está pensando las modalidades de exámenes y calificaciones ¿Es quizás la etapa más difícil de resolver en este proceso? ¿Cuál es tu opinión al respecto?
La evaluación es siempre la “piedra del escándalo” porque los sistemas escolares en su totalidad y más aún la educación superior se han estructurado en torno a la acreditación. Pensemos que el sistema de educación superior tiene responsabilidades de certificación de saberes y competencias profesionales cuando otorga el título. Me parece que aquí hay que diferenciar fuertemente las características de las responsabilidades de formación en el sistema escolar y en la educación superior. Hay ya una clara definición tomada en el Consejo Federal de Educación(que reúne los ministros de educación de todas las jurisdicciones) respecto a la evaluación, durante este tiempo se va a evaluar, pero no se va a calificar.
Me parece una decisión razonable por todo este conjunto de situaciones que señalamos antes, pero me parece también muy importante evaluar en términos formativos, de devolver pistas a quien aprende sobre su proceso, sus avances, sus debilidades, etc. Esas prácticas otorgan valor al esfuerzo que están haciendo los estudiantes, las familias y los educadores. Pero hay que ser muy prudentes con emitir opiniones que generalicen, hay que contextualizarlas en cada establecimiento en particular, en cada grado y nivel del sistema, etc.
Tengo una opinión diferente en relación a la educación superior, creo que podemos evaluar y acreditar aquellos desarrollos que hayamos definido como posibles de ser trabajados de manera adecuada en los entornos virtuales. Creo que no se puede evaluar todo porque no se puede enseñar todo en la virtualidad; pero creo que, si desarrollamos propuestas de enseñanza en entornos virtuales que valoremos porque logran ofrecer las experiencias de formación propias de ese espacio que estoy trabajando, pueden diseñarse estrategias de evaluación en coherencia con esas propuestas y pueden configurarse como instancias de acreditación. De nuevo exigirá mirar cada espacio curricular de cada carrera, el trabajo de cada profesor, la participación de los estudiantes, etc.