El doctor Gerardo Suárez ofreció un Seminario sobre Sociología de la Educación en el Doctorado en Pedagogía que dicta la UNVM. Instó a utilizar las nuevas herramientas para “que los alumnos queden con ganas de seguir y que no estén mirando el reloj esperando a que suene el timbre”.
El asesor profesional en Gestión Educativa Privada en el Ministerio de Educación de la Nación, doctor Gerardo Suárez, ofreció un Seminario sobre Sociología de la Educación en el Doctorado en Pedagogía que dicta el Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas (IAPCH) de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Durante el trayecto académico propuso diversas líneas de investigación, como los nuevos formatos de familia a partir de una perspectiva de género y “cómo impactan en la vida de la escuela, su organización y gestión”.
También sobre la relación entre “la sociedad del espectáculo” donde “la subjetividad se configura desde la mirada del otro” y el aula que, dijo, “sigue teniendo un formato del siglo XVI o XVII”. Ante esta situación se planteó “cómo generar una nueva propuesta seduciendo al alumno, posibilitando nuevos formatos de aprender”. A este eje lo relacionó con el cambio cultural y su impacto en los modelos de gestión. “Por ejemplo, hoy la escuela sigue metida en el tema concreto de enseñar a partir de las disciplinas. Entonces la hora de matemáticas sigue a la hora de biología, después filosofía, pasando por educación física, y todo muy compartimentado. Mientras que la vida es por proyectos, es una transversalidad. Esos cambios culturales, y los cambios tecnológicos, impactan en esa escuela y hay que preguntarse cómo se puede plantear otro modelo de enseñanza, otra forma de aprender”, precisó.
-¿Cómo impactan los nuevos escenarios sociales en la problemática educativa?
-Fundamentalmente a partir de dos dimensiones, la percepción del tiempo y el espacio. Eso es lo central. El espacio se vive sobredimensionado y en el tiempo hay una aceleración, un síndrome de impaciencia. Más allá de que es percibido como un continuo, la aceleración hace que vivamos más tiempo pero no tenemos tiempo. Esa es la paradoja. Tenemos más expectativa de vida que en el siglo XIX, que estaba en 50 años, y hoy que llega a los 80 nos encontramos con que en lo cotidiano no tenemos tiempo. Esto nos trae una cuestión muy fuerte en la educación, porque estamos corriendo permanentemente detrás de los alumnos.
-¿Qué objetivos se deben plantear los directivos de diferentes niveles educativos para resolver los problemas inmediatos y tratar de acercar la educación a un adolescente diferente?
-En primer lugar tiene que conocer al adolescente. Mucha gente desconoce al sujeto de la educación. No entiende lo que es el adolescente de hoy, tiene el modelo de la modernidad sólida, y ese adolescente cambió. Después, algo que no es menor y que muchos adolescentes reclaman, conocer la materia que dictan. Cuando el chico se engancha con la materia va testeando en Google lo que le dice el docente, y si le habla de algo que no tiene nada que ver con la realidad queda desautorizado. Y lo tercero es algo más difícil todavía, es alimentar el deseo. Armar la clase en formato Netflix. Es decir, con un guión que le permita al docente arrancar y que quede la expectativa. Qué pasa con Netflix, uno se siente que quiere seguir viendo, y ahí hace una maratón. Cómo hago para que los alumnos queden con ganas de seguir, y que no estén mirando el reloj, esperando a que suene el timbre. Hay que guionarlo, elaborarlo. Eso desde lo subjetivo. Obviamente para esto hay que garantizar cuestiones objetivas, que el docente tenga buen sueldo, buenos recursos, tiempo para planificar. Estas cuestiones son fundamentales, pero también hay que atender lo otro.
-Uno de los autores centrales que trata en su seminario es Zygmunt Bauman, ¿cuáles son las notas centrales que aporta al análisis social y educativo de la realidad?
-Bauman es el autor, digamos, fetiche del Seminario de Sociología de la Educación que dictamos en el Doctorado de Pedagogía. Plantea varias notas. Una es el proceso de licuefacción. Hay una modernidad sólida que se va licuando. Esos sólidos de la modernidad: el trabajo, el amor, la educación; se están esfumando, ya no son seguros, se nos escurren. Otra cuestión fuerte que plantea es respecto del orden, ese orden que tenía la modernidad sólida, hoy se ve reemplazado por el principio de la ambivalencia, no necesitamos tener una seriación. El orden no reside en un lugar físico o determinado poder político, lo vimos con las corridas bancarias. ¿Quién maneja la economía en un país? No está asociado con el poder político. Ese fenómeno es de la globalización. Y la tercera característica que tiene Bauman es desnaturalizar aquellas cuestiones que vivimos como naturales. El cambio de época nos enfrenta con una cantidad de cuestiones que vivimos, como la inseguridad o la separación. Él trata de desnaturalizar esos procesos para operar en la vida cotidiana
-¿Qué valoración personal le merece que haya un Doctorado en Pedagogía en una universidad que está creciendo?
-Justamente leía sobre la necesidad de que los profesores titulares tengan un nivel de doctorado. El hecho de que la Universidad haya decidido tener un Doctorado en Pedagogía a mi me parece central. No por la carrera hacia la acreditación, porque el pasar por una experiencia de posgrado te permite problematizar, profundizar preguntas, pensamiento crítico, análisis de situación. Es importante, más allá de la titulación, el proceso que hacen. Me animo a decir que aunque muchas personas no puedan hacer su tesis, ojalá todos lo hiciesen, ya marca un plus y eso es importantísimo.